Por Sandra Santana
La historia da cuenta de grandes civilizaciones que aún nos sirven de inspiración, como la de los mayas, que floreció en México, Guatemala, Honduras y Belice. Bajo el amparo del dios de la sabiduría, Itzamná, estos indígenas desarrollaron grandes obras de arquitectura, alfarería, escultura, cerámica, y crearon el sistema de escritura más avanzado del mundo prehispánico. Digno de admirar este antiguo pueblo, que continúa vivo en los seis millones de descendientes que aún ocupan su lugar en parte de las tierras de sus ancestros.

Foto por Andrea Torselli.
Cual llamado que a través de los tiempos nos conminara a erigirnos con el estandarte de las letras, un grupo de dieciocho escritores y poetas de Guatemala, Honduras, República Dominicana y Puerto Rico, acompañados por músicos, actores y actrices, acudimos, el 29 de julio de 2015, a Poética Musical, en Guatemala. Bajo la dirección de Armando Rivera, director de Indeleble Editores, y el lente de la fotógrafa Andrea Torselli, el teatro Dick Smith, IGA fue testigo de una noche de convergencia entre las artes. Como parte del evento se presentaron, en una forma muy creativa, cuatro libros: de Puerto Rico, el poemario Safo, ritual de la tristeza, de Rubis Camacho; y el libro de narrativa y poesía El umbral del destino, de Michelle Figueroa; de Guatemala, dos poemarios: Ritual rojo de la tristeza, de Fernando Gudiel; y Cuarto oscuro, de Gustavo Bracamonte.
Los temas fueron diversos. Hubo, sin embargo, uno que imperó en la mayoría de los textos: la soledad. El poema de Rubis Camacho, Safo, ritual de la tristeza, al estilo épico, expone al lector a la soledad que experimenta la protagonista al perder a su amada: “¿En qué taza podré derramar todo mi hastío cuando ya no estés…?” Una representación teatral acompañó la pieza, y nos transportamos al tiempo de las tragedias griegas. La soledad, de la hondureña Ingrid Ortez, explora significados para ese sentimiento tan pesado que surge cuando se acaba el amor en la pareja: “la soledad hoy lleva tu nombre, tus ojos y tus manos”.Cien amos de soledad, cuento de Algia Ojeda, expone el tema desde la sumisión: “Soledad… Comenzó a entender que servir y complacer era su naturaleza. Si un amo se iba, otros diez tomaban su lugar”. María Dávila expresa: “hay tanta belleza en esta soledad”, en su poema Madrugada.
Mi poema, Sobre la soledad, ejemplifica con metáforas este sentimiento: “la soledad es la copa vacía que espera por el milagro”. Fue musicalizado por la talentosa joven cantante Trip Chatía. Los acordes pegajosos de la guitarra eléctrica y otros instrumentos musicales resonaron en el teatro al cierre del evento. Al final de tan extraordinaria presentación, el público y los artistas compartieron, rodeados de la magia provocada por la fusión artística en Poética Musical. Al día siguiente ofrecimos una lectura en el edificio de la Cooperación Española en la Antigua Guatemala. En un espacio más íntimo, tuvimos otra lectura ante un grupo de lectores. Al final, el acercamiento hermanado por las letras fue muy satisfactorio.
Pero la soledad fue solo la excusa de las musas para motivarnos a escribir. Fuera del escenario nos dimos a la tarea de conocer un poco más de la cuna de la civilización maya. Expuestos a paisajes y lugares nuevos, disfrutamos todo con el asombro inocente de los niños. Nuestros guías, Armando y Andrea, se esmeraron para que nuestra estadía fuera una memorable, y lo lograron. Guatemala nos recibió con su espectáculo de naturaleza arrebatadora, exuberante y llena de colorido, donde los volcanes juegan un papel protagónico. Una belleza particular caracteriza a la población, en la que sobresalen 23 etnias de indígenas. La historia de la civilización maya, conservada y expuesta admirablemente en los museos, es motivo de profunda admiración. Interactuar con sus descendientes fue causa de gran regocijo para todos. En los mercados de artesanos se exhiben las bellas creaciones de manos trabajadoras, en su mayoría indígenas.
En uno de los poblados al otro lado del lago Atitlán, Santa Cruz La Laguna, nos maravillamos con la vista del hotel La Casa del Mundo. A lo lejos, tres volcanes en línea, majestuosos, atestiguaban nuestro paso por las tierras ancestrales. En San Juan La Laguna, otro de los poblados que bordean el lago, visitamos la fábrica de textiles. Allí, una mujer indígena nos mostró el proceso que llevan a cabo para confeccionar huipiles, estolas, rebozos y otras prendas, mientras su niña preciosa, acomodada en su espalda, nos miraba con curiosidad. En todos los lugares que visitamos, la hospitalidad de los guatemaltecos nos hizo sentir como en casa.
Cada viaje ofrece la oportunidad de reflexionar y de ponernos en sintonía con muchos aspectos de nuestra naturaleza humana y de la vida misma. La experiencia en Guatemala fue una excepcional, por la literatura, por la gente, por el país y por todo. Fue una semana de confraternidad, aprendizaje y crecimiento. Ante un mundo agobiado por tantas crisis, la literatura, la poesía y las artessiguen abriendo caminos para fomentar una mayor sensibilidad en nuestra raza humana.
Atesoro la experiencia, y el recuerdo se magnifica ante la grandeza de su significado. Llena de gratitud, invoco a Jorge Luis Borges, releo el poema Los justos, y añado con reverencia: mujeres y hombres que ofrecen al mundo sus letras, artistas que ponen música y voz a la poesía, mujeres que transforman el algodón en belleza, unos guías que muestran su país con gran orgullo, personas de todas las etnias que trabajan día a día porque el trabajo dignifica y nos hace más humanos, una mujer que mira a su alrededor y se convence de que hay esperanza para la humanidad… esas personas, que muchas veces se ignoran, también están salvando al mundo.
*La autora es escritora y preside la Cofradía de Escritores de Puerto Rico.
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