“Un cuento nace de una obsesión, de una cosquilla”.
“Todo cuento cortazariano tiene un final sorpresivo, un final circular”.
La escritora puertorriqueña Mary Ely Marrero-Pérez reacciona a estas dos lecciones del escritor argentino Julio Cortázar:
“Un cuento es una consideración única de un asunto, aunque se trate de la situación más común y de los personajes más habituales. Un cuento es como la historia de un cartero del siglo XXI entristecido porque cada vez deposita menos cartas de amor en los buzones debido a que las redes sociales han eliminado tal bella costumbre. Lo sabe porque los sobres están timbrados con los sellos de compañías y la tipografía muestra que una máquina ha escrito. Ya los sobres no lucen la tinta de una cursiva dirigida de un ser humano a otro. Decide escribir cartas dirigidas siempre a “Mi amor” y depositarlas al azar en los buzones. Nunca se entera de las reacciones de los receptores, pero fantasea con las sonrisas que provoca. La consideración única del cartero y sus procederes exclusivos, hacen del depósito de las cartas una entrega de excentricidades inesperadas.
Un cuento es como la historia de ese cartero que finalmente abre su propio buzón y halla una carta de amor dedicada a “Mi amor”, escrita en una letra que no es la suya y por la cual su esposa más tarde sonríe. Se reintegra afligido a su trabajo, dispuesto a repartir solo las facturas de las grandes empresas, para encontrarse con la sorpresa de muchos sobres escritos en la tinta cursiva que tanto extrañaba, dirigidas de un nombre propio a otro como antes.
La explicación sobra; el lector no merece que subestimemos su suspicacia. Hilará los eventos y sabrá que detrás de una circunstancia aparentemente insignificante, hay una propuesta temática analizable a la luz del contexto social. Un cuento que necesita ser explicado carece de independencia, y el escritor solo en sus textos es eterno. Esto no significa que la simpleza y la nimiedad sean requisitos narrativos, sino que (pese a la complejidad del texto) el cuento sea por sí mismo un comunicador extraordinario.
Un cuento debe ser memorable. Los lectores deben abrir el buzón y aspirar a una carta de amor; si son carteros, podrían sonreír al pensar en la posibilidad de la empresa leída; si ven sonreír a sus parejas (carta en mano)… bueno, las posibilidades se multiplican. Si recuerdan el cuento, la misión de impacto se cumple. Como narradores, debemos trastocar al lector y regalarnos una sonrisa maliciosa por las posibles reacciones que, ante nuestro escrito, tendrá cada lector”.
*Mary Ely Marrero–Pérez tiene una maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón y cursa el doctorado en Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Se dedica a la enseñanza y a la gestoría cultural a través de Lamaruca, Gesta Cultural Vitrata, institución sin fines de lucro que fundó en el 2015. Sus obras de teatro se han montado en los principales teatros del país y sus textos narrativos, ensayísticos y poéticos perfilan en libros y revistas locales e internacionales. Es la autora de la novela El abraso y el libro de cuentos Hambre. maryelymp@gmail.com
Colaboración de la escritora Betty Díaz, vicepresidenta de la Cofradía de Escritores de Puerto Rico.
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